De puzzles, bares y botellones
El viajar es como una droga para los jóvenes, un lujo para los mayores y una obligación para los ancianos – Anónimo
O eso debería ser, porque desde hace unos años, me parece que sólo la droga es como una droga para muchos jóvenes.
¡Qué viejo me siento!
Parezco el abuelo Cebolleta. Cuando pasamos delante de una zona en la que los jóvenes están haciendo botellón, no soy capaz de entender el sentido de lo que están haciendo. Me da la sensación de que el único objetivo del juego es saber quién pierde antes el conocimiento.
No me considero un puritano- Yo también me he corrido mis juerguecitas y alguna vez he llegado a casa de milagro y me ha costado meter la llave en la cerradura… Pero esto no lo entiendo.
Recuerdo que íbamos a los bares para tomar unas cervezas o unos «cubatas» y HABLAR con los amigos. Íbamos de bares porque nos gustaba compartir nuestras experiencias, HABLAR Y ESCUCHAR sobre las alegrías, las penas, los intereses, etc. de nuestros amigos.
Charlábamos de todo. Nos gustaba hablar sobre sobre chicas/os, sobre actualidad, también sobre chicas/os, sobre filosofía… ¡Ah! y también sobre chicas/os… (Casi se me olvida)
Las generalizaciones son muy complicadas pero, desde fuera, uno tiene la sensación de que los jóvenes de ahora se limitan a «pillarse el pedo del siglo» todos los fines de semana y, si les quedan fuerzas, fornicar como monos medio inconscientes.
Pero bueno, yo no quería hablar de esto. La cosa es que me he encontrado rebuscando por ahí, con un puzzle que yo utilizaba a menudo para retar al personal mientras tomábamos una cañita. Normalmente lo dibujaba en una servilleta, y era algo así:
«Divide la figura azul en otras cuatro exactamente iguales»
Sencillo, ¿verdad? La solución es bastante obvia y el propio enunciado contiene una pista. Recuerdo tardes muy entretenidas resolviendo acertijos que dibujábamos en servilletas, pero claro, para poder hacerlo el nivel etílico tiene que ser inferior al que te convierte en un animal babeante y demente que sólo puede pensar en seguir de pie y en no mancharse los zapatos con su propio vómito… (Jo, otra vez el abuelo Cebolleta. ¿En qué me convertiré cuando tenga 30 años más?)