Incluso bajo la lluvia, Roma es una ciudad especial; monumental y bulliciosa, espectacular y única. Incluso con cientos de pakistaníes gritando a pleno pulmón “umbrella, umbrella” para atraer al empapado turista, uno se siente como en casa en esta ciudad mágica y acogedora.

Nada más llegar, el peso de la historia se cierne sobre el sorprendido turista y cae como una losa sobre su pecho dejándole sin habla. En el trayecto entre el aeropuerto de Fiumiccino y el hotel, cercano a la estación de Termini, el conductor de nuestra furgoneta recita sin entusiasmo (para él, contemplar estas maravillas que han sobrevivido al paso del tiempo es algo diario y monótono) “circo Máximo… Coliseo…” y tú vas quedándote sin aliento, sobrecogido por lo que vas viendo.

La primera vez que llegas a Roma, ansioso de retener en tu memoria todas las maravillas que siembran sus calles, no reparas en el ruido de los claxon, en su tráfico caótico que convierte en una heroicidad ponerse al volante para cruzar la ciudad. Es cuando llevas unas horas en ella, cuando tomas conciencia de que conducir en esta ciudad es poco menos que imposible sin un duro entrenamiento previo y un cierto grado de inconsciencia, si no eres romano.

El cielo plomizo y la persistente lluvia no empañan la belleza de todo aquello que vemos; es más, las gotas dotan de unos brillos especiales las empapadas piedras de edificios, monumentos, fuentes, estatuas, obeliscos…

Ansiosos por sumergirnos en la ciudad, tiramos las maletas sobre la cama y salimos a la calle a empaparnos de agua y de Roma… “Umbrella, Umbrela… Barato, Cheap…” es la cantinela que nos acompaña aunque, nada más salir del hotel, hemos comprado los dichosos paraguas:

  •  Cheap, umbrella 5 €
  • Ufff! It’s very expensive… 3€
  • Nooooo! 4€ Cheap! Umbrella!
  • Ok!, 4€

Paramos en el restaurante Da Nazzareno (Via Magenta, 35), muy cerca de nuestro hotel. Nos han asegurado que en este restaurante tienen “la pasta” senza glutine, y consultamos… Efectivamente, pueden prepararnos spaghetti sin gluten con salsa boloñesa, carbonara, o cualquiera otra que deseemos.

Es casi mediodía, llueve como si el cielo se estuviese cayendo sobre nuestras cabezas y no hemos comido nada desde el frugal desayuno de las 5 de la mañana. Nos sentamos e inmediatamente nos traen la “carta para turistas” en inglés y, por supuesto, más cara que el menú que están comiendo los parroquianos habituales.

Realmente la pasta está muy buena, cocida al dente y con una contundente salsa. Yo he pedido unos spaghetti carbonara con un sabor más fuerte del que habitualmente degustamos en España, porque utilizan un beicon con un potente ahumado que se impone al resto de sabores según masticas… Muy buena, sí señor.

Sigue lloviendo, pero no importa. El estómago lleno nos hace afrontar la jornada con renovada energía y optimismo. Llegamos a la estación de Termini y, tras hacernos con dos billetes de metro que duran hasta las doce de la noche (los niños no pagan) nos dirigimos hacia el Coliseo y el foro romano. Vamos a empaparnos de agua, piedras e historia a partes iguales.

El Metro de Roma

  • ¡Umbrella, umbrella! Cantan los familiares pakistaníes a la salida de la estación.
  • No, thank you
  • Cheap, Umbrella!
  • ¡Que NO, gracias!

Salimos a la calle… ¡Y ha dejado de llover!

El Coliseo

Un tímido sol se asoma entre las nubes reflejando las gotas de lluvia sobre las paredes del Coliseo, que nos recibe en toda su inmensidad nada más salir de la estación. ¡Impresionante! Nos deja sin respiración la emoción de tener más de 2000 años de historia al alcance de nuestra mano. El resto del día se desarrolla de la misma manera. Emoción, bocas abiertas por el asombro y chaparrones repentinos…

  • ¡Umbrella, umbrella!
  • No, thank you
  • Cheap, Umbrella!
  • ¡QUE HE DICHO QUE NO, gracias!

A media tarde, caminando por callejuelas estrechas, vamos a parar a la Piazza degli Zingari y nos damos de bruces con una de las heladerías Fata Morgana de la capital italiana. Consultamos qué helados podemos consumir y nos confirman que TODOS LOS SABORES SON APTOS, los dulces, tartas e incluso los conos también lo son. En estas heladerías no entra nada que contenga gluten… Cada bola de helado a 1€… ¡Me como 6 de diferentes sabores!… Y no sigo porque, cuando llegue la hora de la cena, hay que tener hueco para una pizza en horno de piedra ¿no?

Continuamos nuestro recorrido entre el asombro, la lluvia y el tráfico; recorriendo con ansia los principales atractivos de la ciudad…

San Pedro

  • ¡Umbrella, umbrella!
  • ¡NO QUIERO PARAGUAS! ¿NO VES QUE YA LLEVO?
  • Barato, Umbrella!
  • ¡QUE HE DICHO QUE NO!

La Piedad

La hora de la cena nos alcanza junto al Vaticano, de modo que decidimos reponer fuerzas en la Piazza Risorgimento: Pizzas, dulces típicos, tartas, cerveza sin gluten… El paraíso en forma de restaurante italiano se llama «Renovatio La Soffitta»

Agotados y con la tripa a punto de explotar, nos arrastramos hasta nuestro hotel junto a Termini. Mañana partiremos hacia el sur, a Sorrento, hacia el Comfort Hotel Gardenia Sorrento Coast, donde la atención al cliente, la hospitalidad y la profesionalidad dejan de ser palabras para hacerse carne, para materializarse en todo su personal… Pero esto es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión…

¡UMBRELLA, UMBRELLA!…

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